martes, 25 de agosto de 2009

LA EVOLUCION DEL HOMBRE JFP

Hace entre 40 y 60 millones de años (M. A.) que comenzó la evolución humana con los primates del Paleoceno y Eoceno. Durante el Oligoceno medio, hace unos 30 M. A., ocuparon zonas aptas para la vida, llegando incluso a Europa hace entre 18 y 12 M. A. Estos hominoideos europeos desaparecieron hace 6 M. A., mientras que en África los cambios ambientales producen una desaparición de los bosques y el aumento de la sabana, que obligó a algunos de los hominoideos a desplazarse de forma bípeda y a mantenerse con el cuerpo erguido, liberando sus manos, dando lugar a los primeros homínidos.





Los homínidos más antiguos se conocen con el nombre de Australophitecus (el nombre significa “primate del sur”), que hace entre 5 y 2’5 M. A. se extendieron por África. Eran de baja estatura y cerebro poco desarrollado. Algunos de ellos evolucionaron hacia el género homo. Los últimos Australophitecus se extinguieron hace un millón de años.




Sería hace entre 3 y 2’5 M. A. cuando apareció el Homo habilis, que recibió este nombre por su habilidad para fabricar útiles con cantos trabajados (“chopper” y “choppins tools”) y pudo construir algunas estructuras de habitación, como muros de piedra o paravientos. Desarrollaron su inteligencia, como muestra su mayor capacidad craneana, que alcanzó los 650 cc. Eran más altos que los Australophitecus. Su mentón era retraído y su dentición omnívora, lo que indica que también comían carne. Sus extremidades inferiores estaban mejor adaptadas a la marcha erguida.









Hace 1’5 M. A. apareció el Homo erectus. Su estatura, semejante a la del hombre actual, era mayor que la del Homo habilis. Su cráneo era grueso, achatado y prolongado hacia atrás, con fuerte toro supraorbital, ligera cresta sagital y frente estrecha. Tenían una capacidad craneana entre 750 y 1200 cc. Eran grandes cazadores que empleaban útiles de piedra perfeccionados, como los bifaces. Usaron el fuego, aunque no sabían producirlo, y construyeron cabañas de habitación. En Europa los Homo erectus recibieron el nombre de Anteneanderthales y han aparecido, entre otros lugares, en Atapuerca (Burgos). Los últimos Homo erectus desaparecieron hace unos 100000 años.






Los predecesores del Homo sapiens aparecieron en el Pleistoceno medio, hace unos 400000 años. Su capacidad craneana era mayor, superior a 1000 cc., con disminución del toro supraorbital, mayor altura de la bóveda craneal, occipital redondeado, disminución del volumen facial y mandíbula robusta. En Atapuerca se han encontrado restos que se han atribuido a un Homo antecesor, que se propone sea el eslabón entre el Homo habilis y el erectus , por una parte, y el hombre de Neandertal y el sapiens sapiens, por otra.




Entre el 130000 y el 35000 a. C. se desarrolla el hombre de Neanderthal (Homo sapiens neanderthalensis). Su cráneo era dolicocéfalo y aplanado con frente huidiza y fuertes arcos superciliares. La cara era masiva y prominente, con órbitas oculares grandes y redondeadas, nariz ancha y mandíbula fuerte y robusta con mentón poco o nada saliente. Su capacidad craneana media era de 1450 cc. Tenía un esqueleto robusto con la columna vertebral ligeramente inclinada en su parte superior y unos brazos más largos que los del hombre actual.
Conocían la talla levallois, siendo capaces de fabricar varios utensilios a partir de una misma piedra, como las raederas, denticulados, puntas, cuchillos de dorso, etc.
Vivió una época de intenso frío, por lo que utilizó el fuego. Se cubrió con pieles y buscó refugio en cuevas y abrigos situados en valles cerca del agua y donde abundaba la caza. Hay indicios de que poseían sentimientos religiosos, como muestra el que enterraban a sus muertos y el que en algunos lugares se practicaba el culto al oso. Parece que tenían capacidad para hablar.
Aunque en algunas zonas coexistió con el Homo sapiens sapiens, se discute si hubo alguna interrelación entre ambos o si los neandertales se extinguieron sin llegar a mezclarse.
El Homo sapiens papiens es el hombre actual. Muestran una inteligencia muy evolucionada y sus antecesores más antiguos se remontan al 100000 a. C. Su tipo humano más generalizado es el hombre de Cro-Magnon. Su altura era de 1’75 m., con un cráneo redondeado, frente elevada sin toro supraorbital, mentón saliente y órbitas oculares cuadrangulares.
También utilizó las cuevas para refugiarse y construía cabañas al aire libre. Siguió construyendo útiles de piedra (hojas, raspadores, buriles, puntas de flecha, etc.) y también los hizo en asta y hueso (azagayas, punzones, arpones, agujas, etc.). Cosía las pieles para hacer vestidos y sabía encender el fuego.
Creía en otra vida después de la muerte, por lo que enterraba a sus muertos a los que cubría, en ocasiones, con ocre y depositaba junto a ellos ofrendas. Practicó la magia y por vez primera creó el arte, ya que pintaba y grababa figuras de animales sobre las paredes de cuevas, en los huesos y en plaquetas de piedra. Realizaron unas esculturas femeninas llamadas venus.


PINTURAS RUPESTRES









LAS PINTURAS RUPESTRES



Son pinturas que los hombres realizaron, a partir del Paleolítico Superior, en las paredes y techos de cuevas y abrigos. Pintaban, principalmente, figuras de los animales que cazaban y que eran su principal fuente de alimentación. La finalidad de estas representaciones aún se discute, proponiéndose, entre otras teorías, que pudieran tener un carácter mágico, destinado a hacer más propicia la caza.
Los colores básicos utilizados eran el negro, el rojo y los ocres, siendo excepcionales el amarillo y el blanco. Procedían del entorno natural (óxidos de hierro, carbón vegetal, huesos quemados, ocres minerales, etc.), que se utilizaban en seco o mezclados con agua u otras sustancias como resinas, sangre, grasas, etc. Para pintar usaron pinceles hechos con pelos de animales, plumas de aves, incluso sus propios dedos y la boca (soplaban la pintura que se introducían en la boca, produciendo un efecto semejante a los pulverizadores).
Las pinturas paleolíticas se hacían en el interior de cuevas, como la de Altamira (Cantabria), donde se pintaban ciervos, jabalíes, caballos, bisontes, etc. Las figuras eran realistas y con intentos de lograr cierta perspectiva, volumen y movimiento.



Posteriormente aparece la Pintura Levantina, que se pintaba al aire libre, en abrigos poco profundos. Las figuras son planas, menos realistas y más esquemáticas. Los colores son principalmente el rojo y el negro. Se componen escenas de caza, danza, guerra, etc., en las que también aparece la figura humana. Actualmente se piensa que estas pinturas son del Mesolítico, periodo que se sitúa entre el Paleolítico y Neolítico.




Al Neolítico se asocia el Arte Macroesquemático, caracterizado por sus grandes figuras antropomorfas en actitud orante, que son similares a las que aparecen en las vasijas con decoración cardial de esta fase.



Las últimas pinturas rupestres de la Prehistoria son las esquemáticas, en las que se usaban el rojo, negro, amarillo, azul, rosa (el más frecuente) y el blanco (el más raro).



Las figuras son estilizadas y planas, con signos que representan personas, cuadrúpedos, armas, esteliformes, etc. Su cronología es problemática, aunque se suelen vincular al Calcolítico y a la Edad del Bronce.

HIGUERUELA

El poblado ocupa un cerro calizo de mediana altura, situado en una pequeña alineación montañosa próxima al Cerro del Cántaro. Se ubicó a espaldas del cortijo de Higueruela de Arriba, muy cercano a una fuente de escaso caudal, pero que serviría para cubrir las necesidades de su población. En sus proximidades desembocan las ramblas endorreicas de Campillejos y de El Prado.
La vegetación predominante es de arbustos como el tomillo, romero, ajedrea, plantas espinosas, etc. Hay también algunas sabinas y, junto a la carretera a María, una pequeña formación de pinos. Los terrenos circundantes están dedicados al cultivo de cereales de secano y de almendros. Algo más alejadas hay tierras que se han puesto recientemente en regadío.
Desde el yacimiento se controla visualmente toda la parte sur de la llanura del Campo de la Puebla. Hacia el este la visibilidad queda interrumpida por la Sierra de Alcatín, pero se domina el paso a través de la Hoya de la Higuera.
Las dimensiones del asentamiento son pequeñas, como la mayoría de los que se conocen en este periodo. Estuvo rodeado por una gruesa muralla de forma ovoidal de unos 77 m. de eje longitudinal, 66 m. de anchura máxima y dos metros de grosor, que se adapta al terreno, habiendo tramos en los que aún se puede apreciar sin dificultad. Estaba construida con piedras de tamaño medio, que en diversos puntos aparecen caídas hacia el exterior, formando una especie de talud.
Aunque el poblado se conserva relativamente bien, en algunas zonas hay agujeros producidos por excavaciones incontroladas, en donde se han recogido numerosos fragmentos cerámicos y restos de techumbre con improntas de troncos y de cuerdas de esparto. En la parte mas alta hay un gran amontonamiento de piedras que podía indicar la presencia de un torreón.
En sus alrededores hay otros indicios arqueológicos:
4En el punto más alto de la alineación montañosa, el Cerro de Higueruela, hay una pequeña meseta redondeada en la que se aprecia un amontonamiento de piedras al norte, que podían pertenecer a estructuras de viviendas. Se ha recogido cerámica a mano y a torno (esta última muy rodada) y sílex.
5Cerca de la muralla y en la ladera que desciende hacia la carretera hay una estructura circular que en uno de sus lados aprovecha la roca natural. Por esta misma zona hay piedras que parecen adoptar una disposición en círculo, que podían ser restos de fondos de cabaña o de túmulos.
6En la cuneta que hay al norte de la carretera, a poca distancia de la balsa del cortijo de la Higueruela de D. José Morote, apareció, hacia el final de la década de los años cuarenta del pasado siglo, lo que debió ser una cueva artificial de enterramiento. Fue descubierta por un peón caminero que extraía tierra para reparar la carretera. Disponía de una puerta de entrada cuadrangular adintelada formada por dos piedras verticales y otras dos horizontales, que se cerraba mediante una losa y que daba acceso, tras un ligero escalón, a una primera sala en la que se encontraron restos humanos y hachas de piedra pulida, que al parecer fueron introducidos en un saco y llevados al juzgado. A continuación venía otra segunda habitación, que estaba vacía, separada de la anterior por una pared hecha con losas de piedra y en medio de la cual había un segunda puerta de acceso construida como la primera. Tanto las paredes como el techo estaban cubiertos totalmente por lajas de piedra, que se llevaron a los cortijos próximos para enlosar habitaciones, para canalizaciones etc., e incluso algunas se rompieron.
7En la zona situada debajo de la fuente y de la pequeña huerta aún se pueden ver los restos de muros pertenecientes a una villa romana que debió ubicarse hacia el siglo I a. C.
Entre los materiales encontrados, típicos de la Edad del Cobre, destacan numerosos campaniformes con decoración incisa y puntillada, junto a láminas, laminitas, geométricos, dientes de hoz, placas para hoces en sílex tabular, un núcleo de obsidiana, adornos sobre caracolas marinas, una varilla de cobre, etc. Un fragmento con acanaladuras, parecido a otros encontrados en los Millares, junto a numerosos restos con tratamiento a la almagra, podían ser indicios de la existencia de una fase del Neolítico final o Eneolítico precampaniforme. De ser así el poblado de Higueruela se situaría entre el final del III milenio y los primeros siglos del II a. C. La existencia de lo que sería un trozo de pie de copa indicaría que pudo llegar a la Edad del Bronce.
http://www.flickr.com/photos/angelgrubio/sets/72157621807972439/

http://www.flickr.com/photos/angelgrubio/sets/72157621780655449/






















Broche de cinturón visigodo procedente de Puebla de D. Fadrique
• Autores: Daniel Serrano Várez, Jesús Fernández Palmeiro
• Localización: Antigüedad y cristianismo: Monografías históricas sobre la Antigüedad tardía, ISSN 0214-7165, Nº 12, 1995 (Ejemplar dedicado a: Lengua e Historia: Homenaje al Profesor Dr. D. Antonio Yelo Templado al cumplir 65 años) , pags. 595-600
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• Resumen:
o Notification is made of a Visigothic belt bucke found out of context in Puebla de D. Fadrique to the northeast of Granada. It can be dated, using typological sirnilarities, to the sixth and seventh centuries a.C. The localization of its exact place of origin more difficult is because it was found in the sand bed of a ravla. Nevertheless the Visigothic presence in Granada is not unknown, as has been shown by the nearby sites of Baza and Tútugi

Más cerca de la España visigoda

Un yacimiento de Toledo arroja luz sobre una época poco conocida en la que se redactaban contratos de trabajo y se construían depósitos de agua impermeables
25.08.09 -
J.V. MUÑOZ-LACUNA
| COLPISA. TOLEDO


Contratos de trabajo, inventarios de objetos, ejercicios escolares y operaciones de ventas y compras. Son algunas de las actividades que los visigodos plasmaban en tablillas de pizarra. También sabían cómo construir depósitos de agua totalmente impermeables e importaban cerámica del África bizantina. Todo ello forma parte de las últimas investigaciones realizadas en torno al yacimiento arqueológico de la Vega Baja de Toledo, en el que este verano trabajan más de cien personas. Un yacimiento que está arrojando datos fundamentales acerca de una época histórica poco conocida hasta ahora.
Situado junto al casco histórico de Toledo, un proyecto urbanístico de 1.300 viviendas lo amenazó a principios de este siglo. Finalmente, la presión de instituciones defensoras del patrimonio histórico evitó que las excavadoras destrozaran buena parte de la antigua capital del Reino Visigodo.
«Cuando toda la superficie de la Vega Baja esté excavada, y ya tenemos 25 hectáreas acotadas, tendremos una ciudad entera con estructuras de calles, viviendas, edificios públicos y zonas productivas. Es un caso único en Europa con esa extensión», apunta Diego Peris, director de la empresa pública Toletum Visigodo, responsable del yacimiento arqueológico.
En la actual campaña de excavaciones se ha confirmado que la principal ocupación de la Vega Baja tuvo lugar en las primeras décadas del siglo VIII d.C., tras la ocupación musulmana del centro de la Península y el surgimiento de Al Andalus.
Tablillas de pizarra
Uno de los hallazgos que más ha sorprendido a los arqueólogos ha sido un conjunto de tablillas de pizarra en las que los visigodos anotaban desde transacciones comerciales, cartas y oraciones hasta contratos laborales, listas de personas, asignaciones de grano como rentas o ejercicios escolares.
«Los romanos solían escribir en tablillas de cera que desaparecían con el tiempo. Sin embargo, el uso de la pizarra como soporte es una ventaja porque grababan las inscripciones con un punzón y la inscripción quedaba sobre la roca, lo que tenía un nivel de permanencia muy grande», destaca el responsable del yacimiento.
Según los arqueólogos que trabajan en la Vega Baja, estas inscripciones son la etapa final del latín y el origen de la lengua castellana y reflejarían la forma de hablar de la época sintetizando fonemas y sílabas, lo cual demuestra un alto grado de alfabetización al menos entre grupos sociales elevados, ya que la inmensa mayoría de la población rural no sabía leer.
La campaña de excavaciones de 2009 también ha servido para encontrar uno de los mayores conjuntos de monedas de cobre andalusíes aparecidos en contextos arqueológicos. Son los conocidos como 'feluses', monedas acuñadas en la Península y en Tánger con leyendas religiosas coránicas, siendo algunas de ellas conmemorativas de la Conquista. Junto a éstas se han hallado, asimismo, monedas de oro visigodas.
También se han podido rescatar restos de un canal conectado a un depósito de agua que se fabricó con arena, cal y fragmentos de cerámica, lo que le otorgó una dureza e impermeabilidad inigualables en la época. Y es que los visigodos contaban con técnicas propias de construcción. Así, empleaban una mezcla de cal, arena y teja machacada para los suelos de los grandes edificios.
«Se necesitarán décadas para hacer un análisis minucioso de este yacimiento, pero lo encontrado ya es suficientemente significativo», concluye Diego Peris.

jueves, 13 de agosto de 2009

La necrópolis íbera de Tútugi, en Galera, abrirá el próximo verano Se trata de la mayor superficie destinada a fines funerarios de esta cultura penins

La necrópolis íbera de Tútugi, en Galera, abrirá el próximo verano
Se trata de la mayor superficie destinada a fines funerarios de esta cultura peninsular
J. U./GALERA
La necrópolis íbera de Tútugi, en Galera, abrirá el próximo verano
TÚTUGI. Aspecto de la necrópolis. / J. UTRERA


La Necrópolis de Tútugi, en Galera, la mayor superficie destinada a fines funerarios por la cultura íbera de toda la península, abrirá al público este verano, según el delegado de la Consejería de Cultura en Granada, Pedro Benzal. Benzal realizó estas declaraciones durante la visita que realizó a los municipios de Orce y Galera, la primera desde su nombramiento, en la que estuvo acompañado de los alcaldes respectivos, José Ramón Martínez y Manuel Serral.

La cultura íbera tiene especial relevancia en Galera, ya que en este término municipal se encuentra la que puede ser la necrópolis más extensa de todo el mundo íbero: la Necrópolis de Tútugi, así como la ciudad íbero-romana de Tútugi. Las piezas más importantes halladas en Tútugi forman parte de las colecciones del Museo Arqueológico Nacional, entre ellas la Diosa de Galera, cuya reproducción se exhibe en el Museo Arqueológico Municipal.

El taller de empleo 'Necrópolis de Tútugi y pasadizo de los Moriscos' ha logrado restaurar, en una primera fase, este yacimiento de Galera, con el fin de hacerlo visitable y abrirlo al público al igual que el yacimiento de Castellón Alto. Los trabajos han consistido en habilitar una zona de aparcamientos para autobuses y turismos en una parcela arbolada, así como una zona de recepción al visitante y un paseo empedrado que accede a la necrópolis.

En total, se han restaurado diez túmulos aunque en una segunda fase, pendiente de la aprobación de la Consejería de Cultura, se excavarán los túmulos más grandes de esta necrópolis.

Pinturas rojas

En la primera fase de la restauración se ha seguido el criterio de consolidar las pinturas rojas que aparecieron en los túmulos durante la excavación, para posteriormente protegerlas y recrearlas al nivel de la roca, para que el visitante pueda apreciar el yacimiento sin que afecte a su conservación, siguiendo un criterio similar al empleado en el yacimiento de Castellón Alto, donde se halló la Diosa de Galera. En los túmulos en que no se han excavado, lo que se ha hecho es restituir la forma original del montículo.

En los años 10 del siglo XX la necrópolis sufrió el expolio de las tumbas, que eran especialmente ricas en ajuares, cuyas piezas, incluidas la propia Diosa de Galera, fueron adquiridas por anticuarios a precios desorbitantes. Estos 'hallazgos' provocaron la primera excavación oficial, que consistió en la documentación de los túmulos ya abiertos y la excavación de otros seis.

El túmulo donde se encontró la Diosa, el más espectacular de todos, será visitable a partir de este verano, con lo que Galera completará un recorrido cultural que comienza en el Museo Arqueológico, donde se exhibe la Momia y una réplica de la Diosa de Galera, el yacimiento de Castellón Alto y, ahora, la necrópolis de Tútugi.

Por otra parte, durante la visita al municipio de Orce, el delegado de Cultura anunció la reposición de las estructuras que protegen los yacimientos arqueológicos, que cedieron por el peso de la nieve durante el temporal del pasado mes de febrero.
S

el viajero con Andrés Adroher Arqueología en el Cerro del Trigo

http://www.granadahoy.com/article/ocio/235646/arqueologia/cerro/trigo.html

El presidente del Centro de Estudios de Arqueología Bastetana propone un recorrido arqueológico que muestra los vestigios ibéricos y romanos en la zona norte de la provincia
Rosa Fernández | Actualizado 23.09.2008 - 05:00
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En el CEAB, con la Dama de Galera.
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Aerostático para hacer fotografías aéreas del yacimiento.
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Andrés M. Adroher, presidente del Centro de Estudios de Arqueología Bastetana (CEAB) es doctor en arqueología y profesor de la Universidad de Granada. Más de 20 años de experiencia le avalan, con una diversidad de campos y de espacios, siempre exclusivamente dentro del ámbito de la arqueología protohistórica y romana.

En 1985 empezó sus primeras experiencias en yacimientos como Los Millares (Almería), Ronda (Málaga) o Ampurias (Gerona). A partir de 1987 se integró en equipos de estudios de ciudades antiguas como la de Iliberri (Albaicín, Granada) o Acci (Guadix).

En 1988 se incorporó al laboratorio del Centre National de la Recherche Scientifique en Lattes, (Francia), para trabajar sobre los materiales protohistóricos del mediterráneo occidental, hasta el año 2002, bajo la dirección del investigador francés Michel Py.

En 1989 inició un proyecto en el yacimiento ibérico de Mas Castellar de Pontós (Gerona) hasta 1995, en codirección con Enriqueta Pons. Ese mismo año comenzó su primer proyecto como director en las altiplanicies granadinas, con un estudio sobre la arqueología en Puebla de Don Fadrique, proyecto que finalizó en el año 2002 con una completa publicación sobre la región con especial atención a los períodos históricos ibérico y romano.

Es precisamente en esta zona que tan bien conoce de donde el viajero esta semana inicia su ruta de la mano del arqueólogo. La zona norte de la provincia de Granada cuenta con importantes vestigios de su pasado más remoto.

En ella encontramos las huellas que dejaron los antiguos pobladores de la península, restos de las culturas argárica e ibérica y de la posterior dominación del territorio por parte de Roma. En el municipio de Puebla de Don Fadrique, lindando con las actuales provincias de Albacete, Murcia y Almería, se estableció una edificación militar romana que permite conocer el proceso de romanización de esta parte de la península: el castellum romano del Cerro del Trigo.

La ruta parte de Puebla de Don Fadrique, municipio situado en el extremo norte de la provincia, limítrofe ya con Murcia y Albacete. Desde esta población hay que tomar la carretera que nos conduce a María y que llevará hasta el destino de la excursión: el Campamento Romano del Cerro del Trigo.

La estrecha carretera conduce, tras pasar por una zona montañosa, a los fértiles llanos de Bugéjar. El paisaje que se abre ante los ojos está compuesto de extensas planicies cultivadas, que en primavera se tiñen de infinitas tonalidades de verde que contrastan con las montañas que aportan el agua vital a este llano.

El viajero llega a la zona conocida con el nombre de La Toscana, en la que hay un cruce de caminos. A la derecha, prácticamente en el mismo cruce, se encuentra la cortijada de Toscana Nueva, con su ermita y un curioso cementerio.

El itinerario continúa hacia la izquierda, por un carril que se dirige hacia un cerro que se encuentra en el centro de los llanos: El Cerro del Trigo, sobre el que se encuentra el campamento romano objeto de esta visita.

Se puede dejar el coche junto al cerro e iniciar la ascensión a pie, hasta llegar a su cima. Al ver la amplia panorámica que desde aquí se contempla se intuye la causa de que se erigiera en este lugar el campamento.

En la antigüedad estos llanos eran recorridos por una importante vía de comunicación: la Vía Heraclea, que comunicaba Cartago Nova con Cádiz; debido a la importancia comercial de la misma en la zona floreció la cultura ibérica, con dos ciudades fortificadas: la más importante, Arkilakis, situada en la zona montañosa al norte de los llanos, y el Cerro de la Cruz, que se ve desde el campamento, en las proximidades de la actual cortijada de Bugéjar. Al ser conquistada la zona por el ejército romano, se establece aquí el campamento tanto para vigilar el tránsito por la Vía Heráclea como para controlar posibles rebeliones de la población autóctona.

Recorriendo la cima del cerro se va teniendo idea de lo que fue este antiguo campamento o castellum, su denominación latina, del que sólo quedan las bases de sus muros rondados de una muralla que dibuja una ciudadela rectangular. Si se parte desde su extremo más oriental se encuentra una de las tres entradas de las que disponía el recinto, defendida por una torre y que da acceso a una calle que, en sentido Este-Oeste, recorre gran parte del campamento. A la derecha se ven restos de edificaciones, que corresponden a los barracones de los soldados, cada uno de ellos formado por dos habitaciones cuyos nombres romanos era contubernia y arma; la primera de ellas estaba destinada al reposo de los soldados y la segunda al almacenaje de las armas.

En la parte central de la fortificación se aprecian los restos de otro edificio, de planta cuadrada, probablemente una antigua torre en la que se situaba el cuartel general de la guarnición. Por último, ya en el extremo occidental, se encuentra un tercer edificio adosado a la muralla, dividido en tres habitaciones. Desde esta zona se contempla perfectamente la línea de murallas, alineadas en dirección Este-Oeste, que no darán una idea del tamaño que tuvo el castellum y de su importancia en el proceso de romanización esta zona.

Ya de vuelta a Puebla de Don Fadrique, no hay que dejar pasar la oportunidad de conocer este bello pueblo, paseando por sus intrincadas callejuelas y visitando la Iglesia de Santa María de la Quinta Angustia, impresionante templo edificado en una mezcla de los estilos gótico y renacentista, en el que destaca la imagen titular de la iglesia, bellísimo busto de una dolorosa esculpida por el genial escultor José de Mora.

Además, al norte del pueblo, en la carretera de la Losa encontramos una mezquita árabe donde se desarrollan cursos islámicos. Otra visita obligada.

martes, 11 de agosto de 2009

HIGUERUELA FOTOS

http://www.flickr.com/photos/angelgrubio/sets/72157621780655449/

HIGUERUELA

HIGUERUELA

El poblado ocupa un cerro calizo de mediana altura, situado en una pequeña alineación montañosa próxima al Cerro del Cántaro. Se ubicó a espaldas del cortijo de Higueruela de Arriba, muy cercano a una fuente de escaso caudal, pero que serviría para cubrir las necesidades de su población. En sus proximidades desembocan las ramblas endorreicas de Campillejos y de El Prado.

La vegetación predominante es de arbustos como el tomillo, romero, ajedrea, plantas espinosas, etc. Hay también algunas sabinas y, junto a la carretera a María, una pequeña formación de pinos. Los terrenos circundantes están dedicados al cultivo de cereales de secano y de almendros. Algo más alejadas hay tierras que se han puesto recientemente en regadío.
Desde el yacimiento se controla visualmente toda la parte sur de la llanura del Campo de la Puebla. Hacia el este la visibilidad queda interrumpida por la Sierra de Alcatín, pero se domina el paso a través de la Hoya de la Higuera.
Las dimensiones del asentamiento son pequeñas, como la mayoría de los que se conocen en este periodo. Estuvo rodeado por una gruesa muralla de forma ovoidal de unos 77 m. de eje longitudinal, 66 m. de anchura máxima y dos metros de grosor, que se adapta al terreno, habiendo tramos en los que aún se puede apreciar sin dificultad. Estaba construida con piedras de tamaño medio, que en diversos puntos aparecen caídas hacia el exterior, formando una especie de talud.
Aunque el poblado se conserva relativamente bien, en algunas zonas hay agujeros producidos por excavaciones incontroladas, en donde se han recogido numerosos fragmentos cerámicos y restos de techumbre con improntas de troncos y de cuerdas de esparto. En la parte mas alta hay un gran amontonamiento de piedras que podía indicar la presencia de un torreón.
En sus alrededores hay otros indicios arqueológicos:
En el punto más alto de la alineación montañosa, el Cerro de Higueruela, hay una pequeña meseta redondeada en la que se aprecia un amontonamiento de piedras al norte, que podían pertenecer a estructuras de viviendas. Se ha recogido cerámica a mano y a torno (esta última muy rodada) y sílex.
Cerca de la muralla y en la ladera que desciende hacia la carretera hay una estructura circular que en uno de sus lados aprovecha la roca natural. Por esta misma zona hay piedras que parecen adoptar una disposición en círculo, que podían ser restos de fondos de cabaña o de túmulos.
En la cuneta que hay al norte de la carretera, a poca distancia de la balsa del cortijo de la Higueruela de D. José Morote, apareció, hacia el final de la década de los años cuarenta del pasado siglo, lo que debió ser una cueva artificial de enterramiento. Fue descubierta por un peón caminero que extraía tierra para reparar la carretera. Disponía de una puerta de entrada cuadrangular adintelada formada por dos piedras verticales y otras dos horizontales, que se cerraba mediante una losa y que daba acceso, tras un ligero escalón, a una primera sala en la que se encontraron restos humanos y hachas de piedra pulida, que al parecer fueron introducidos en un saco y llevados al juzgado. A continuación venía otra segunda habitación, que estaba vacía, separada de la anterior por una pared hecha con losas de piedra y en medio de la cual había un segunda puerta de acceso construida como la primera. Tanto las paredes como el techo estaban cubiertos totalmente por lajas de piedra, que se llevaron a los cortijos próximos para enlosar habitaciones, para canalizaciones etc., e incluso algunas se rompieron.
En la zona situada debajo de la fuente y de la pequeña huerta aún se pueden ver los restos de muros pertenecientes a una villa romana que debió ubicarse hacia el siglo I a. C.
Entre los materiales encontrados, típicos de la Edad del Cobre, destacan numerosos campaniformes con decoración incisa y puntillada, junto a láminas, laminitas, geométricos, dientes de hoz, placas para hoces en sílex tabular, un núcleo de obsidiana, adornos sobre caracolas marinas, una varilla de cobre, etc. Un fragmento con acanaladuras, parecido a otros encontrados en los Millares, junto a numerosos restos con tratamiento a la almagra, podían ser indicios de la existencia de una fase del Neolítico final o Eneolítico precampaniforme. De ser así el poblado de Higueruela se situaría entre el final del III milenio y los primeros siglos del II a. C. La existencia de lo que sería un trozo de pie de copa indicaría que pudo llegar a la Edad del Bronce.

domingo, 9 de agosto de 2009

APORTACIONES DEL NEOLÍTICO

Son varios los descubrimientos de este periodo, siendo los más destacados:

La piedra pulida.

Es una nueva forma de confeccionar los útiles de piedra, que en el Neolítico tendrán unos usos distintos a los que tuvieron en el Paleolítico. Se utilizaron principalmente en trabajos agrícolas y en los de la madera.
El proceso para lograr un instrumento de piedra pulida, requiere emplear más tiempo que el que se dedicaba para confeccionarlo mediante la talla. El objeto lítico pulimentado presenta una mayor dureza y una mayor resistencia al desgaste de sus filos y extremos. Se usaban las rocas basálticas, graníticas y los mármoles, que se rompen con dificultad y poseen una textura granular que favorece el pulimento. El primer paso para realizar una pieza consistía en un desbaste de forma grosera mediante percusión, seguido de una segunda fase en la que se va elaborando el objeto mediante un “piqueteado” o “martilleo”, que será el que le dé la forma definitiva y eliminará las irregularidades y asperezas. Finalmente se procede al pulido, que se realiza friccionando la pieza con un abrasivo (arenisca, arena, etc.), consiguiéndose así el brillo y el filo.
Los principales útiles en piedra pulida son:

Hachas: Son piezas longitudinales de sección oval más o menos aplanada. Presentan dos extremos distintos. Uno tiene un filo cortante, mientras que el otro, opuesto al anterior y que se denomina talón, es apuntado o redondeado. La piedra se unía a un astil de madera, bien insertándola en un hueco o bien atándola mediante ligaduras. Su función era la de cortar. El estudio de las huellas de uso indica que se usaron para la tala de árboles, posiblemente para la deforestación de terrenos que luego se dedicaban a labores agrícolas.

Hachas votivas: Son hachas de pequeñas dimensiones. Se les dio este nombre al pensar que su función era la de ofrendas, ya que muchas de ellas aparecían formando parte de ajuares de enterramiento. Actualmente se las relaciona con la realización de trabajos de carpintería.

Azuelas: Es una pieza de longitud considerable de sección circular o subcircular y con uno o los dos extremos apuntados. Se utilizaba en labores agrícolas para horadar la tierra y obtener una profundidad adecuada para efectuar la siembra.

Cincel: Es una pieza alargada con un extremo acabado en un filo recto a bisel o doble bisel. Es de pequeñas dimensiones y mucho más largo que ancho. Posiblemente fuese enmangado. Se piensa que se usaba en el trabajo de la madera, para labrarla a golpe de martillo o mediante presión, haciendo una función similar a la del buril de piedra tallada.

Cuentas de collar: Son elementos de adorno en piedra pulida. Presentan una perforación central para que la pieza se pueda colgar o insertar a modo de cuenta.

Brazaletes: Son elementos de adorno, como los colgantes y las cuentas de collar, que aparecen a partir del Neolítico Medio. Se caracterizan por su silueta circular perfecta y una sección normalmente trapezoidal. Podían ir decorados con motivos geométricos incisos. Se confeccionaban en calizas, mármoles y pizarras. Se fabricaban desbastando un bloque pétreo al que se le daba la forma adecuada mediante percusión. Así se obtenía una pieza circular aplanada que después se alisaba por ambas caras y por los contornos mediante un piqueteado o pulimentado. Finalmente se le daba el aspecto de pulsera circular por dentro y por fuera, para lo que se debió emplear mecanismos similares al compás.


Los molinos.

Son piedras que se usan para machacar o triturar un material sólido (cereales, bellotas, etc.), para que quedase reducido a pequeñas partículas. Consta de dos piezas, una mayor que es fija y puede ser de diversas formas (barquiforme, circular, etc.) y otra, más pequeña, denominada mano de molino, que es móvil y se desliza sobre la anterior. Están hechas con piedras granulosas que tienen cierta rugosidad, para facilitar la molienda.

El telar.

Es un invento del Neolítico que permitió al hombre poder confeccionar los tejidos que usó para vestirse. Estaba formado por un armazón de madera, que bien podía colocarse en horizontal o bien en vertical, donde se tejían fibras principalmente de lino, lana y algodón. Aunque el armazón del telar no se conserva, al estar hecho de un material perecedero, sí se han encontrado instrumentos utilizados en las labores textiles, como las pesas de telar de barro con agujeros (para mantener tersos los hilos), las fusayolas, punzones, peines, etc.

La cestería.

Consiste en el trenzado de elementos vegetales (esparto, anea, etc.), para confeccionar esteras, cestas, recipientes, cuerdas, etc. Al emplearse materias vegetales, son raras las ocasiones en que se han conservado restos. A veces improntas de cestería han aparecido en recipientes cerámicos.

La rueda.

Es un invento del final del Neolítico, que permitió al hombre la construcción de carruajes para viajar y transportar mercancías. Hasta su invención el transporte se realizaba por medio de una especie de trineos tirados por personas y animales.




La cerámica.

Fue uno de los avances tecnológicos más importantes de la Prehistoria. Esta técnica permitía obtener recipientes que servían para contener y transportar productos, especialmente los líquidos. Era muy útil para almacenar productos vegetales, pues impedía que les atacase la humedad, los roedores, etc.
La fabricación de la cerámica exige conocer un proceso complejo. Se tiene que elegir la arcilla y hay que lavarla y decantarla, ya que si contiene muchas impurezas no se puede trabajar. Tras esta operación se convierte en una materia demasiado plástica y frágil al fuego, por lo que hay que añadirle unos pequeños elementos más duros (arenisca, cuarzo, caliza, etc.), llamados “desgrasantes”. Una vez modelado el vaso hay que dejarlo secar antes de la cocción, durante la cual la arcilla cambia de color y de consistencia.
Las primeras cerámicas se elaboraron a mano (durante el Neolítico, Edad del Cobre y Edad del Bronce). Posteriormente, a partir del Bronce final, se emplearon el tormo lento y más tarde el rápido.
La cocción se realizaba en hornos. Los más sencillos consistían en realizar un fuego a cielo abierto que originaba un lecho de ascuas sobre las que se colocaban los recipientes, que se cubrían con ramas finas de leña. Una variante consistía en excavar un hoyo en el terreno, que podía cubrirse o no con piedras, y que permitía que se conservase mejor el calor. También se podían cocer cubriendo las vasijas con brasas, que a su vez se tapaban con terrones de hierba o con arcilla, obteniéndose mayores temperaturas y manteniendo el calor más tiempo. A veces, en esta última modalidad, se abrían agujeros para que circulara el aire.
Las cocciones a cielo abierto se caracterizaban por el rápido aumento de temperatura y su corta duración, originando en el recipiente unas manchas superficiales (nubes de cocción) y oxidación incompleta.
Posteriormente se usó otro tipo de horno cerrado más complejo. En él la cámara de cocción y el hogar estaban separados, lo que permitía ir reponiendo el combustible par alcanzar la duración y las temperaturas deseadas. Las llamas del hogar pasan a la cámara, que tiene un orificio superior para la expulsión de gases.
Si durante la cocción hay aporte de oxígeno se denomina oxidante y las vasijas adquieren tonalidades rojizas, anaranjadas, amarronadas, etc. Si por el contrario hay poca oxigenación, se denomina reductora y las piezas toman un color negruzco. A veces en recipientes aparecen partes de un color alternándose con otro distinto, debido a que en unas zonas la cocción fue oxidante mientras que en otras fue reductora.
Algunas vasijas presentan instrumentos de suspensión o de prensión como asas, mamelones o tetones (salientes hemisféricos en la superficie), lengüetas (salientes en forma de lengua, de sección oval, para asir la pieza) y mangos. A veces esos instrumentos de prensión llevan una perforación para la suspensión de la vasija.
Los recipientes podían hacerse con o sin decoración. Para adornarlos se usaban distintas técnicas:

Impresión: Consistía en hacer una impronta sobre la arcilla blanda con un punzón, con la yema de los dedos (digitaciones), con las uñas (ungulaciones), con una caña, con una concha, con una estampilla, etc. Destaca la cerámica cardial del Neolítico que se hacía con las impresiones de las conchas de los berberechos (Cardium edule).



Incisión: Se realizaba deslizando sobre la arcilla blanda un objeto duro más o menos afilado. Así se podían obtener líneas en zig-zag, reticulazos, triángulos, trazos convergentes, etc. A veces se hacía con un peine (de hueso o madera), que producía incisiones paralelas rectas, ondulantes, concéntricas, etc. Si en la incisión se empleaba un objeto romo se originaban acanaladuras.

Engobe: Son baños que se aplicaban a las superficies de las vasijas con arcilla muy diluida, que a veces podía ir acompañada de colorantes como la almagra. Las cerámicas con tratamiento a la almagra se usaron mucho durante el Neolítico, produciendo tonalidades que van del rojo al rosa, pasando por anaranjados, amarronados, etc.

Pintura: Consiste en pintar motivos sobre las superficies de las vasijas antes de su cocción. Una vez se ha producido ésta los motivos permanecerán inalterables.

Excisión: Se hacía retirando de la superficie cruda del vaso parte de la pasta, produciendo una decoración formada por motivos en altorrelieve y en bajorrelieve. Esta decoración es propia de la Primera Edad del Hierro.

Plástica: Se realizaba añadiendo a la superficie externa de la vasija, antes de la cocción, elementos funcionales (mamelones, lengüetas, botones, etc.) o no funcionales (cordones).

Esgrafiado: Consiste en el rayado en seco de una superficie con pintura o engobe tras haber sido cocida. Esta técnica se usó mucho en época árabe.

Moldeado: Se hacía aplicando una placa de pasta sobre un molde cóncavo o convexo, en cuyas superficies se han realizado previamente los motivos que luego quedarán reflejados sobre la arcilla blanda. Se usó mucho en época romana en la producción de sigillatas.

A veces las cerámicas no decoradas presentan un tratamiento especial en sus superficies, que hace que tengan ciertas características. Destacan el espatulado y el bruñido. El primero muestra en la superficie las huellas que dejó la espátula durante el acabado de la pieza sobre la arcilla blanda. El bruñido es un brillo característico que se produce al pasar un objeto repetidas veces sobre la superficie blanda de un vaso (podía usarse un trapo, cuero, hueso, etc.), consiguiéndose un aspecto metálico.
JFP