miércoles, 20 de agosto de 2014

LA EDAD DEL BRONCE



LA EDAD DEL BRONCE


Desde el comienzo del II milenio a. C. se va a iniciar en la Península Ibérica la  Edad del Bronce, que recibe distintos nombres según sus características y la zona de la Península en que aparece. En el sureste recibe el nombre de Cultura del Argar, por ser en este yacimiento de Almería donde fue identificada por Siret, extendiéndose desde el sur de Alicante hasta la vega de Granada, con núcleos destacados en Almería y Murcia. Hacia el final del Calcolítico, entre el 2000 y 1800 a. C., van a aparecer los primeros elementos argáricos, que no suponen un cambio brusco con las tradiciones anteriores sino una transformación de las estructuras sociales y económicas que se manifiesta en el aspecto urbanístico, en el funerario y en el modelo de organización.

En la periodización del Argar se han establecido varias etapas:

                                                                                                                                 

Argar antiguo (1800-1600 a. C.). En él se produce una gran expansión territorial, perviviendo elementos campaniformes con otros ya propios del nuevo periodo, como son la adopción del ritual funerario argárico con el predominio de enterramientos en cistas, la metalurgia, ubicación de los poblados en cerros más elevados, nuevas formas de fortificación, etc.

Argar pleno (1600-1350 a. C.). Desaparecen los rasgos campaniformes, abundan los enterramientos en pithoi, los poblados son grandes y se ubican en diversos lugares, las fortificaciones tienen bastiones defensivos, etc. Las formas cerámicas y metálicas son ya las típicas del Argar y aparecen contactos con otras culturas exteriores de la Edad del Bronce.

Argar tardío (1350-1100 a. C.). Se producen cambios tipológicos y en el ritual funerario, con la progresiva desaparición de las inhumaciones que llevarán al declive argárico.



En el desarrollo de la Cultura del Argar tuvo gran importancia la explotación de los recursos mineros y la fabricación y comercialización de objetos metálicos aunque la agricultura y ganadería siguieron siendo importantes.

Los poblados se sitúan en lugares elevados y estratégicos,  adaptándose al medio y  controlando las principales vías comerciales y  de comunicación y las zonas ricas en recursos naturales. Suelen gozar de una amplia visibilidad y en ocasiones se hicieron murallas con bastiones en las partes más accesibles para defenderlos. Muestran cierto urbanismo ya que aparecen calles, plazas, canalizaciones de desagüe, cisternas, rampas y escaleras de acceso a las distintas zonas, graneros, etc.  También los hay en llanura, para el aprovechamiento agrícola de las tierras, aunque parece que dependían de otros cercanos que eran mayores y estaban mejor defendidos.

Las casas son en su mayoría de planta cuadrangular o rectangular aunque también había trapezoidales, circulares, ovales, etc. y podían hacerse tanto aisladas como agrupadas. A veces se hacían divisiones internas. Las paredes se construían sobre zócalos de piedra con alzado de adobe, enluciéndolas en ocasiones. Las techumbres eran de ramas y barro para impermeabilizarlas y se sostenían con postes y vigas de madera.

Una de las principales características de la Cultura del Argar es la inexistencia de necrópolis, ya que los difuntos eran inhumados en el interior o en los aledaños del  poblado, generalmente  bajo el piso de la viviendas, desapareciendo los enterramientos colectivos de la etapa anterior. El cadáver, que  se colocaba en posición fetal, era introducido en cistas (cajas rectangulares hechas con lajas de piedra), fosas, covachas (cuevas excavadas en las paredes) o en pithoi (grandes vasijas). Junto a él se colocaba el ajuar funerario que era más o menos rico, según la categoría social de la persona fallecida.

La cerámica se elaboraba a mano y estaba bien cocida, careciendo de decoración (tan solo en sus bordes aparecen digitaciones, impresiones de cañas o ungulaciones). A veces se bruñía su superficie exterior y como principales elementos de prensión aparecen los mamelones y las lengüetas. Las formas más destacadas son los cuencos, vasos hemisféricos, ollas globulares, vasijas lenticulares, vasos carenados o tulipas y copas de pie alto o bajo.

La metalurgia fue un factor importante en la formación del mundo argárico y muchos de los asentamientos se encontraban junto a los afloramientos de cobre o controlando las rutas que conducían a ellos. Los útiles metálicos (generalmente en cobre arsenicado, aunque también se usó la aleación de cobre y estaño), eran los puñales, cuchillos, alabardas, espadas, hachas, escoplos, sierras, etc. En oro y plata se hicieron pequeños objetos de adornos como pendientes, pulseras y diademas. La demanda de productos metálicos fue importante, ya que se consideraban como signos de prestigio social y de poder personal en una sociedad compleja y jerarquizada.

Hacia el 1100 a. C. tiene lugar el declive de la cultura argárica, iniciándose el denominado Bronce final del Sureste que se ha estructurado en tres fases: Bronce final I (1100-850 a. C.), con fuentes de fondo plano y carenas altas o medias, vasitos de carena media y vasos globulares, apareciendo también las cerámicas de Boquique y excisas (típicas del horizonte meseteño de Cogotas I), las primeras incineraciones (traídas por las gentes de los Campos de Urnas del NE) e introduciéndose los influjos del Bronce atlántico; Bronce final II (850-750 a. C.), caracterizado por los vasos bícromos o monócromos con decoración pintada a mano, las cerámicas bruñidas, espadas de lengüeta calada o en lengua de carpa, etc., desapareciendo los elementos de Cogotas I; Bronce final III  (750-600 a. C.), que marca el periodo previo a la aparición del mundo ibérico.

Durante el Bronce final se producen cambios en las estrategias económicas, en los patrones de asentamiento y en las estructuras sociales. Los contactos comerciales con los pueblos coloniales del Mediterráneo oriental se intensifican.

En este periodo se va a desarrollar en Andalucía la civilización de Tartessos. Ocupaba parte de las provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, conocían la escritura, mantenían un importante comercio y fueron famosos por la abundancia de metales.

































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